Palabras de espiritualidad

La humildad y su opuesto, la soberbia

    • Foto: Valentina Birgaoanu

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El hombre cae con frecuencia en las redes de la autosuficiencia y es presa de una errada idea de sí mismo. Así es como surge la soberbia.

En las distintas comunidades humanas, es muy frecuente encontrarnos con un espectáculo realmente triste. Las personas más sensibles, más puras y más generosas son, a menudo, el objeto de las burlas de los demás, quienes carecen de esos dones.

La mayoría de veces, la bondad —que se halla estrechamente vinculada a la más excelsa sensibilidad y a la pureza— es considerada una necedad. La falta de capacidad para obrar el mal y brutalizar a los demás es vista como una debilidad moral y, en consecuencia, un blanco fácil para toda clase de sarcamos. En el hombre hay una extraña inclinación a distraerse y, al mismo tiempo, expresar su soberbia de esta forma.

Pero no solamente esto. El hombre tiende a basarse por completo en sus propias fuerzas, a las que considera extraordinarias; se cree el dueño absoluto de la suerte de sus semejantes, un soberano invencible, el mandamás de todo y de todos. El hombre cae con frecuencia en las redes de la autosuficiencia y es presa de una errada idea de sí mismo. Así es como surge la soberbia.

La soberbia consiste en concederle un crédito anormal a nuestra propia persona, es una suerte de fascinación que raya en la autodivinización. Aparentemente, la soberbia es firmeza y superioridad. Pero, en el fondo, este estado moral es debilidad y decadencia. El hombre soberbio es alguien que se basta a sí mismo, es un ser con horizonte muy estrecho. El soberbio demuestra una penosa pobreza espiritual, y lleva una vida de mucha banalidad y oscuridad.

Cuando aparece la soberbia, las sendas de las grandes experiencias interiores, el lazo con las fuentes de nuestra humanidad y la fuerza de renovación y realización empiezan a menguar.

La confianza en nuestras propias fuerzas, en nuestras propias capacidades, es algo absolutamente necesario para dar frutos en esta vida, con la condición de que esa confianza no sobrepase los límites normales de nuestro imperfecto ser.

Fue de la falta de conciencia del hombre que apareció ese estado de triste suficiencia en la vida moral, que se manifiesta por medio de la soberbia.

(Traducido de: Ernest Bernea, Îndemn la simplitate, Editura Anastasia, 1995, pp. 24-25)

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