Palabras de espiritualidad

La decisiva diferencia entre las tentaciones que Dios permite que enfrentemos y las que nos envía el maligno

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

La tentación que proviene de Dios para provecho del alma jamás la priva de la buena esperanza en el Señor.

No solamente hay tentaciones que vienen de parte de Dios o de parte del maligno: muchas veces caemos en tentaciones y en desgracias, e incluso sufrimos enfermedades que vienen a nosotros debido a nuestra falta de discernamiento y cuidado, a semejanza de aquel que, aun viendo que el tiempo ha cambiado radicalmente y que la llegada del invierno se anuncia con la inmediata proximidad de la primera borrasca, desata la barca y se lanza mar adentro, poniendo en peligro no solamente su propia vida sino también las de otros. 

La tentación que proviene de Dios para provecho del alma jamás la priva de la buena esperanza en el Señor. Un ejemplo de esto es todo lo que tuvo que enfrentar Job, quien así hablaba a Dios: “Yo esperaría, todos los días hasta que llegue mi relevo” (Job 14, 14) y “si me fijaras un plazo para acordarte de mí” (Job 14, 13).

Por otra parte, las tentaciones que vienen del demonio, con el permiso de Dios, llenan el alma de desesperanza, ira y desaliento.

(Traducido de: Sfântul Anastasie Sinaitul, Întrebări și răspunsuri, 90, CCSG 56, p. 144)